miércoles, 12 de octubre de 2011

Coplas a la mañana submarina

El cielo se manifiesta
de un color blanco grisáceo
y me evoca la simpleza
de un molusco subterráneo.

El frío aire en lo alto
no dista de las entrañas
en lo hondo del planeta
flotan nubes inundadas.

La atmósfera se asemeja
a la concha nacarada
siendo así nuestra presencia
como carne resguardada.

Muchos sabios ya lo han dicho
alto y bajo no es distinto
hoy el cielo nos confiesa:
Todo está hecho de lo mismo.

martes, 11 de octubre de 2011

Ternura

"Una noche meditaba en tan perfecta quietud que llegaron 2 mosquitos y se me posaron en una de las mejillas y se quedaron ahí mucho tiempo sin picarme y luego se marcharon, y no me habían picado"

lunes, 26 de septiembre de 2011

Recomendación

Cuando vayas a los campos
no te apartes del camino
que puedes pisar el sueño
de los abuelos dormidos.

Campesino, campesino
por ti canto campesino.

Unos son tierra menuda
otros la raíz del trigo
otros son piedras disperas
en la orillita del río.

Campesino, campesino
por ti canto campesino.





domingo, 25 de septiembre de 2011

Olor a ala

Toda esta gente (...) tiene cuartos de baño alicatados de blanco y se llenan de mierda como los osos en el monte, pero toda esa mierda se va por los desagües y nadie piensa en ella y en que su propio origen está en esa mierda y en la algalia y la espuma de la mar. Se pasan el día entero lavándose las manos con jabón perfumado, y desearían comérselo escondidos en el cuarto de baño.




Kerouac.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Kom mapu kiñengey müten
kom kiñe mew müten deumaley:
pu ngünechen, pu pülli, ka pu wangülen
pu mawida, kura, ka pu che
Kom dungu kaley ñi ad nengümklekey
welu lakelay, lalay
Inchiñ taiñ pülli mawida rekeley
trupakeley, tremkey, rayikey ka fünkey
ruf afkelay taiñ mongen
re fün ñi trolüuf kaley ñi ad.
 
 
Todos los mundos son uno sólo
todo está hecho de lo mismo: los dioses, los espíritus, las estrellas
las plantas, las piedras y las gentes. Todo cambia y se mueve
pero no se muere;
nuestro espíritu es como un árbol:
nace, crece, florece y da semillas.
Nunca terminamos de vivir
porque sólo cambia la cáscara de la semilla.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Individualidad que se diluye, Espiritualidad y el Cactus San Pedro


                                                                        Arte Huichol


“Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito.”(William Blake en Huxley, 1954)  

Tomando en consideración que los seres vivos nos desenvolvemos en un entorno constantemente lúdico y cambiante, el cambio y el aprendizaje se manifiestan como las grandes claves de la vivencia armónica y del desarrollo del organismo. Sabemos que las transformaciones de los seres humanos responden a diversas situaciones y estímulos, pudiendo entonces ser impulsores de cambio una variada rama de experiencias.
En este sentido, las experiencias que implican una modificación del sentido de realidad pueden ser considerablemente positivas cuando son encausadas hacia el objetivo planteado: el aprendizaje.
Es así como, dentro de esta amplia variedad de estímulos que modificarán nuestras percepciones sobre la realidad, es posible situar al uso de diversas plantas y elementos arrojados por la naturaleza que causarán modificaciones en el funcionamiento cotidiano del sistema nervioso; me refiero a las plantas y alcaloides psicoactivos.
Dentro de este tipo de sustancias naturales encontramos cactus como el Peyote y el San Pedro, los cuales corresponden a especies que se caracterizan por contener altas dosis de mescalina y que, debido a esta particular condición bioquímica, generan en el individuo que los consume una experiencia considerablemente refrescante en relación a la forma de percibir el mundo.
A lo largo del presente ensayo haré una revisión bibliográfica sobre los diversos beneficios que otras culturas e individuos han extraído de sus experiencias con el cactus San Pedro, la cual tendrá por finalidad ayudar a catalogar mis propias vivencias bajo el estado de conciencia que me fue otorgado por dicho regalo de la naturaleza. Finalmente, profundizaré en los aprendizajes gestados en mi vivencia consciente y lúcida luego de mi primera experiencia con el cactus, haciendo hincapié en lo decisivo de dicha experiencia.
La relevancia de este tema radica en numerosos datos que se relacionan con el beneficio del uso de elementos psicoactivos y con su inexistente toxicidad y riesgo de adicción (Nichols, 2004). Considerando que no existen pruebas científicas que acrediten efectos secundarios nocivos del uso de drogas psicodélicas, resulta sumamente obstinado descartar a priori la maravillosa gama de aprendizajes que pueden gestarse en función de su uso.
Es posible llegar a esta afirmación desde una simple revisión de la literatura disponible referida a dichos temas, pero me gustaría recalcar que la gran potencialidad de los beneficios del San Pedro (e insisto, de las drogas psicodélicas a modo general), me es posible afirmarla desde mi propia vida y experiencia.
Me parece que en el ámbito psicológico no es posible ni adecuado descartar sin fundamentos opciones y actividades que se presentan como infinitamente potenciales en cuanto a sus beneficios en el entendimiento que los sujetos poseen del mundo y de sí mismos, por lo cual, al interior de nuestra disciplina, esta discusión debiese estar situada en un contexto crítico cualitativamente considerable.
  Para estos fines, resulta conveniente partir el análisis orientándolo a los beneficios cognitivos que pueden ser extraídos del consumo de drogas psicodélicas a modo general. Al respecto, Shulguin (en Malpica, s/f) explica que las enseñanzas que aporta el uso de psicodélicos constituye un potencial y no una certeza, en el sentido de que gran parte de los beneficios que sean fruto de la experiencia de alteración de conciencia están determinados por el énfasis que el propio individuo le otorgue a dicho escenario.
En otras palabras, si el individuo se propone utilizar la instancia de una manera consistente y trascendente a lo exclusivamente recreativo, será posible entonces generar la apertura y receptividad necesaria para lograr acceder a contenidos fructíferos a raíz de la experiencia psicodélica.
No resulta sorprendente, ni se sale fuera del contexto lógico, la idea de que si la conciencia se somete a una nueva forma de funcionamiento, será posible entonces generar nuevos vínculos entre los contenidos cognitivos presentes en la vida lúcida, vínculos que podrán ser perfectamente recordados y posteriormente utilizados para el desarrollo personal del sujeto.
            Bajo este contexto, existen tantos aprendizajes posibles de extraer como personas que utilizan elementos psicoactivos, pero me gustaría poner especial atención en un aspecto que es reconocido como experiencia común al uso de drogas psicodélicas desde la academia, y que se condice perfectamente con mis propias sensaciones estando bajo el efecto de la mescalina.

             Dicha vivencia fue catalogada por mi intelecto como “la sensación de que mi individualidad se diluía”, lo cual en el manual farmacéutico Goodman & Gilman (en Malpica, s/f, s/p) se describe de la siguiente forma:
“Por lo general existe una disminución de la capacidad para diferenciar los límites entre un objeto y otro y entre el propio ser y el medio. Junto con esto puede haber una sensación de unión con 'la humanidad' o el 'cosmos'.”
Esta sensación de unión con el todo es posible observarla en las experiencias con psicodélicos en general (comprendiendo el efecto del LSD, los hongos o la ayahuasca, por mencionar algunos ejemplos), pero también es una característica sumamente distintiva de las experiencias asociadas a la mescalina.
Heffern (en Malpica, s/f) hace alusión a su primera experiencia con la mescalina al consumir peyote, refiriéndose a esta sensación como un sentido de respeto e igualación a las plantas y los elementos de la naturaleza, expresando:
“Tuve la extraña sensación de que sería muy descortés pasar junto a la planta sin saludarla. En esos momentos, la planta era tan importante como yo. Ambos - la planta y yo - estábamos en esta tierra juntos (…) me embargaba el sentimiento de que existía un vínculo entre nosotros. (…) parecía que me quedaba muy poco "ego"; sentía que era una pequeña parte de un todo mucho más grande.” (s/p).
            La vivencia en la cual los individuos se contemplan a sí mismos como organismos de límites difusos, y en la cual se sienten firmemente partícipes de una eternidad universal, corresponde a una idea que es posible enmarcar dentro de un paradigma sistémico al cual es posible acceder mediante los tradicionales métodos de la racionalización.
La verdad es que, a medida que el pensamiento occidental ha seguido su curso evolutivo, bajo los criterios tradicionalmente lógicos se ha hecho cada vez más evidente que la atomización del entorno corresponde a una visión de éste sumamente limitada. Desde un camino racional, es posible llegar a la conclusión lógica de que los organismos no pueden ser entendidos como elementos segregados de su ambiente, y que por ende no es posible entender a las partes sin considerar el todo.
            Me parece que esta idea de integración y de un entendimiento holista del universo corresponde a una noción que adquiere cada vez más fuerza en campos académicos e intelectuales, y es fácil acceder a su comprensión por la simple lógica. En mi caso, mis acercamientos a esta forma de observar la realidad también se desarrollaron bajo un camino intelectual y teórico.
            En este sentido, la experiencia psicodélica con el cactus San Pedro resulta sumamente decisiva en cuanto a mi forma de vivenciar la realidad: durante el viaje perceptual que viví bajos sus efectos, la noción de integración entre el todo y las partes, y particularmente de mí misma como un elemento indisoluble de la naturaleza y del cosmos dejó ser una idea aceptable y se transformó en una realidad pregnante, sensitiva y corporal. Es decir, este entendimiento de la realidad ya no era una “idea adecuada” enmarcada dentro de mis teorizaciones de la realidad, si no que la viví como una realidad en sí misma; mi carne simplemente se fusionó con la tierra sobre la cual reposaba, mi piel no era distinta al tronco del árbol que estaba acariciando, y mis ojos no estaban separados de las estrellas con las cuales éstos se deleitaban.
            Esta idea es relatada también por Huxley (1954) en su ensayo “Las puertas de la percepción”. Aquí describe su primera experiencia con mescalina y explica sus sensaciones al observar las patas de una silla maravillado por el hecho de vivenciarse a sí mismo como la misma entidad. Esta inexistencia de diferenciación entre un ente y otro lo explica de la siguiente forma:
“Pasé varios minutos -¿o fueron siglos?-, no en mera contemplación de estas patas de bambú, sino realmente siendo ellas o, mejor dicho, siendo yo mismo en ellas o, todavía con más precisión -pues "yo" no intervenía en el asunto, como tampoco en cierto modo, "ellas"-, siendo mi Nomismo en él No-Misma que era la silla.” (p.6)
Es en base a esta noción de integración del individuo con el universo bajo la cual se torna posible entender el ancestral uso ritual de los alcaloides psicoactivos y particularmente el del peyote y el san pedro por parte de los indígenas americanos a lo largo de todo el continente.
Velázquez (2005) explica que ya en las primeras crónicas sobre la “Nueva España” es posible observar referencias al cactus peyote, siendo su uso calificado por parte de la Iglesia Católica como un asunto diabólico y, posteriormente, perseguido por la Inquisición. Además del peyote, en territorio mexicano prehispánico no era poco usual el consumo de hongos psilocybe, a los cuales los aztecas nombraban Teonanácatl (carne de dios).
Particularmente, los indios huicholes de México identifican al peyote con el venado y emprenden una auténtica cacería anual para obtener hikuri (que es el nombre que asignan al cactus). Estas peregrinaciones culminan en Wirikuta, una región perteneciente a San Luis Potosí. Cabe resaltar que en la geografía huichola Wirikuta es el centro del mundo, el lugar de los dioses antepasados y corresponde al sitio donde se origina la vida sagrada de la tribu. De esta forma, el consumo del hikuri corresponde a un aspecto vertebral de su relación con la divinidad y la espiritualidad (Malpica, s/f).
            Es posible generar un nexo entre la experiencia de unión con el cosmos ocasionada por la mescalina y la vivencia mística o espiritual, si entendemos por espiritualidad precisamente la conciencia humilde de ser un participante de una existencia eterna, de un todo infinito.
            En mi caso, pude clasificar mi experiencia con san pedro como un suceso espiritual al generárseme la sensación de que la realidad trasciende a lo netamente humano y que, por el contrario, resulta infinita. En este sentido, las palabras de William Blake con las cuales di inicio al presente ensayo adquieren notoria lucidez: el “abrir las puertas de la percepción” hace alusión a que el cerebro deje de filtrar celosamente la información del entorno, dando paso entonces a la certeza de que la realidad no puede reducirse a los sentidos físicos ni al lenguaje. En otras palabras, la realidad no puede ser comprimida dentro de las categorías que utilizamos los seres humanos para explicarla (las cuales están sometidas a nuestras limitaciones perceptivas e intelectuales), si no que se manifiesta como infinita.
            Al asociar lo espiritual a lo que trasciende a lo humano, es decir, a lo infinito, estoy considerando una noción de la divinidad en la cual se entiende que dios es, precisamente, esa gran totalidad infinita que se escapa a nuestro entendimiento y nuestras categorías. Esta interpretación de la espiritualidad es compartida por Alejandro Jodorowsky, quien la expresa con las siguientes palabras:
“Dios es la totalidad de la materia y de la conciencia movida por una energía indescriptible e incomprensible para nuestro límites mentales; no la podemos definir, pero la podemos sentir. El humano del siglo XXI (…) respeta y bendice cada partícula de materia y cada ser viviente porque sabe que cada fragmento contiene al todo. Como también sabe que cada segundo contiene a la eternidad.” (2010, s/p)
            Como ha sido posible observar a lo largo de las recientes líneas, la bella experiencia que me fue posible vivir con el cactus san pedro no se redujo, en ningún caso, a una situación meramente lúdica y recreativa. Evidentemente, lo novedoso y refrescante de las sensaciones me produjo grandes cantidades de placer y satisfacción, pero la injerencia del suceso abarcó una extensión mucho mayor al momento presente en el cual se desarrolló la experiencia.
            Como expliqué previamente, existen una serie de ideas al interior de mi intelectualidad a las cuales había tenido acceso hace una cantidad de tiempo considerable y que conforman mis teorizaciones y discursos racionales respecto a la realidad.
            Lo bello de esta experiencia radica en que tuve la oportunidad de materializar todos esos discursos y de poder vivenciarlos con una intensidad emotiva que me conmovió de maneras increíblemente profundas, gestándose de esta forma en mí un arraigamiento considerable de mis convicciones y de mis nociones éticas y teóricas en relación al mundo y a mi propia existencia.
            A lo largo de este ensayo no me ha sido posible abarcar en totalidad el gran número de reflexiones extraídas a lo largo del tiempo en que estuve bajo los efectos de la mescalina, ya que a partir de las ideas expuestas me ha sido viable extraer un sin número de consecuencias y conclusiones que especifican y detallan lo que a grandes rasgos he expuesto en estas líneas.
            De todas maneras, cabe resaltar que la experiencia mencionada me otorgó la oportunidad de generar una considerable y bella coherencia entre asuntos teóricos que me había sido muy difícil resolver, los cuales se relacionan con la dicotomía o disonancia que existe entre la existencia de un sujeto y la idea de que éste sea, a la vez, un elemento indisoluble de su entorno.
            Gracias al cactus san pedro pude vivenciarme a mi misma como un individuo, pero siempre sintiéndome parte y en profunda conexión con los otros y el todo. Esta individualidad, definida por Rogers (1985) como una “conciencia de ser y de actuar como individuo” me fue posible cohesionarla muy pragmáticamente con la impresión de integración.
Esta sensación me generó una paz notoriamente tranquilizante, la cual me será posible recordar cada vez que siente la disonancia teórica que, considerando todo lo previamente expuesto, corresponde a un problema sólo teórico que frente a la monumental existencia de la eternidad adquiere una importancia mínima y ridícula.
            Finalmente, considero que en relación a la relevancia de la temática planteada en la cual me referí al descarte institucional rotundo de las posibles propiedades terapéuticas del uso de alcaloides psicodélicos, existe evidencia considerable para comenzar a gestionar un giro en las antiguas y tradicionalistas valoraciones de dichas instancias.
            Si bien a lo largo de esta exposición me he referido a los potenciales beneficios en términos mayoritariamente personales, también ha sido posible observar que mis vivencias se enmarcan dentro de un marco general en el cual hemos sido muchísimos seres humanos, de diversas culturas e igualmente diversos momentos históricos quienes nos hemos visto directamente beneficiados por los monumentales regalos de la naturaleza que constituyen las plantas y cactus psicodélicos.

martes, 9 de noviembre de 2010

Una hoja de hierba

Creo que una hoja de hierba,
no es menos que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,a seis trillones de infieles.
Descubro que en mí,se incorporaron, el gneiss y el carbón,el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmentecon los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos y que puedo hacerlo volver atrás,y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho se de de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido en la fisura del peñasco.

a la sociedad de los poetas que viven
a los que sostenemos una pelea de enamorados con el mundo
y, por supuesto, a la poesía.

Walt Whitman